lunes, 22 de marzo de 2010

Separadas al nacer



Dicen que el libro tiene una escritura fácil (como si escribir fácil no llevara cierto tiempo dedicado a cada frase y como todo lo simple también es un efecto a lograr), que está basado en sinonimias y falto de comas por todos lados. Si leer fue ponerme muchas veces en los zapatos del otro, "Agosto" me transportó al ecosistema de una niñez y una adolescencia tan pero tan familiar a la de Emilia, la protagonista, que lamenté no haberlo escrito yo.

Un sueño:"Después, estoy en la facultad y alguien me toca la punta de uno de mis dientes, las paletas, un pedacito que pareciera estar suelto y es así que se me rompen todos, toda la parte de adelante se cae a pedazos, como si fueran vidrios. Me quedan despojos de dientes, puntiagudos y pinchudos, como de roedor pero rotos. Sorpresa y dolor".

Un encuentro:"Pongo la cabeza en su hombro y me dice hola, un hola largo, como estirado, como meloso, como un hola de mucho tiempo y yo, en lugar de llorar o de irme o de por lo menos, guardar silencio, le digo boludo tuviste hijos con otra, que mala onda".

Una despedida: "Cuidate, me dice, ¿qué mierda significa eso? Ni siquiera un nos vemos un che, prefiero que no nos veamos, no, cuidate me dice y a mí en ese momento me resulta igual de ofensivo que si me estuviera diciendo matate. Es eso lo que escucho, matate. Vos también le digo y me bajo del auto".

Una mirada: "Me mira, pero no a los ojos, mira sobre mi cuerpo, me dice esa campera no es tuya, le digo que no, que de hecho es tuya y agrega te crecieron las tetas. Me río, me río mucho, es cierto, es cierto que me crecieron en estos últimos años, sobre todo en este último y me divierte que lo observe, no sólo eso, sino que además tenga la delicadeza de contármelo, así como lo hace en este momento. De más está decir, que a partir de entonces voy a tardar en sacarme la campera, observada como me siento, intimidada como estoy".