miércoles, 4 de junio de 2008

Esperar con placer


El placer y la espera me parecían cosas incompatibles. Hasta que una vez conocí el lugar preciso donde el roce de las dos me producía una suerte de disfrute.
Fue en un momento de mi terapia. No recuerdo muy bien como llegamos a eso mi analista y yo. Pero estábamos hablando de mi infancia, de eso estoy segura. De la familia y de los movimientos incomprensibles de mis padres que intentaba desentrañar en el correr de ese análisis.
En mi relato volví a ese cumpleaños del 89. Quería que me regalaran una bicicleta. Grande, de paseo y con canasto. Usaba hasta el momento la que había heredado de mi hermano mayor. La suerte que corremos los más chicos cuando el de arriba va descartando todo lo que ya no puede seguir usando por haber pegado de golpe el estirón.
Eran tiempos difíciles. La economía en crisis, hiperinflación y los saqueos que sucumbían a la ciudad revistiéndola de un negro estado de sitio, hacían que el país pareciera derrumbarse.
Mi mamá hizo una torta que nunca leudó y yo invité a mis amigas a tomar la leche. Sólo fueron dos, unas faltaron porque fue la semana de mayo más fría del año y otras desistieron porque sus padres prefirieron no salir a las calles del barrio que estaban custodiadas -como hacía años no pasaba- por patrullas policiales. Ese día, en casa no había regalo para mí. A mi papá las cosas no le estaban yendo muy bien y yo entendía, a esa altura ya era capaz de entender, eso y mucho más.
Los dos dijeron algo acerca del regalo esperado que no llegaría, pero casi no tengo registro. Seguro lo prometieron para cuando las cosas pudieran acomodarse un poco.
Igual, la noche de mi cumpleaños dormí feliz. Envuelta en la fugacidad del soplo que apaga las velas y se abriga automáticamente con los tres deseos.
Si la espera se trata de confiar en que algo se va a recibir, esa vez mi sensación no era la de quedarme con las manos vacías. La bicicleta no estuvo pero para mi analista el regalo lo mismo había llegado. La caricia lacia de mis padres en mi pelo y la señal de que la nena madura comprendía las cosas era la mejor recompensa. Tenía que esperar a que todo se mejorara más adelante y recibir, o tal vez no, la bicicleta deseada. Una espera que por primera vez se fundía con el placer, porque el reconocimiento era para mí un buen adelanto.
Viéndolo a la distancia y ya con 31 años, siento que esa niña -que no recriminó nada- no esperó "con placer" sino que esperó "complacer". Al principio aquello que parecía digerirse sin esfuerzo, a la larga sólo se pudo festejar con un trago hecho con pastillas para la depresión.

13 comentarios:

  1. Anónimo5.6.08

    Por las dudas: ¡feliz cumple!

    Tengo un sobrino que hoy cumple 31

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  2. melancólicamente hermoso lo que escribiste.
    besos

    fede

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  3. totalmente de acuerdo con Jirafas, triste, hermoso, y tramposa noche de cumpleanos

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  4. hermoso relato bombón!
    abraxo!

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  5. a mi me regalaron una bici anaranjada a los 5 años. Cuando se le saltó un poquito la pintura vi que era la azul de mi hermano mayor, descartada como el resto de los juguetes que me tocaban en suerte. reciclaje.
    también por las dudas te digo feliz cumpleaños.

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  6. feliz cumple, no sabía.

    muy lindo texto, aunque bajonee...

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  7. Es raro eso...También creo que de un tiempo a esta parte se me ha ido la vida en tratar de complacer, olvidándome de que tal vez la cosa debería estar más centrada en el obtener placer.
    Qué lindo recuerdo, y qué enorme paso llegar a entender lo que escribiste... Gracias por compartir.

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  8. y bueno la bici no llego pero si el trato como adulta....... lastima como termino, con un tradgo lleno de pastillas. Te compraste alguna vez esa bici???? es "hermosamente triste" como decia un amigo.
    saludos!!!!

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  9. Hermoso relato.

    Gracias.

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  10. Mi querida...
    Te digo algo: no se debería sentir nostalgia. Aprender nunca tiene que estar emparentado con el dolor.
    Y en este caso, preferir complacer es un acto noble, muy noble!
    Encantador tu modo, como siempre.

    Volviendo a reencontrarme con mis cosas (estoy enamoradísima hasta las uñas) que son estas lecturas, te mando un beso grande.
    M.

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  11. me gusto lo que escribiste
    me hizo pensar muchas cosas

    .

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  12. Con placer... Complacer... No debería ser lo mismo.

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