Mis dedos se desplazan sobre el nylon cuadriculado del envoltorio. Lo acarician y lo frotan.
Durante un rato bailan de un lado al otro del relieve transparente. Casi al azar eligen uno de los pequeños compartimentos inflados y se detienen en su centro. En el punto justo donde el aire se amontona y forma una panza. Ahí, las yemas se hunden y presionan con fuerza.
Revienta uno, después el de la hilera de arriba y más tarde el de al lado. Cada mínimo estallido del nylon escupe el contenido que le da forma. Y en ese escupitajo algo de mi cabeza parece también salir despedido.
Explota otro y otro más. La fuerza de mis dedos aumenta y la sensación de que todo debe salir los mueve instintivamente hacia los casilleros que todavía no fueron tocados.
Alcanzarlos y eliminar el relleno. Sacar afuera, aunque más no sea a través del aire encerrado en cada fracción del envoltorio, aquello que me aprisiona. Desinflar, descomprimir hasta que sobrevenga el vacío. Reventar hasta el último y sentir que el cuadriculado se desinfla leve entre mis dedos. Y acaso en el final, cuando mi cabeza no esté del todo deshinchada ir por otro nylon intacto para empezar de nuevo.
Durante un rato bailan de un lado al otro del relieve transparente. Casi al azar eligen uno de los pequeños compartimentos inflados y se detienen en su centro. En el punto justo donde el aire se amontona y forma una panza. Ahí, las yemas se hunden y presionan con fuerza.
Revienta uno, después el de la hilera de arriba y más tarde el de al lado. Cada mínimo estallido del nylon escupe el contenido que le da forma. Y en ese escupitajo algo de mi cabeza parece también salir despedido.
Explota otro y otro más. La fuerza de mis dedos aumenta y la sensación de que todo debe salir los mueve instintivamente hacia los casilleros que todavía no fueron tocados.
Alcanzarlos y eliminar el relleno. Sacar afuera, aunque más no sea a través del aire encerrado en cada fracción del envoltorio, aquello que me aprisiona. Desinflar, descomprimir hasta que sobrevenga el vacío. Reventar hasta el último y sentir que el cuadriculado se desinfla leve entre mis dedos. Y acaso en el final, cuando mi cabeza no esté del todo deshinchada ir por otro nylon intacto para empezar de nuevo.
No hay mayor placer que ese.
ResponderEliminarUfa! Me ganó anónimo. Quería ser la primera. Bienvenida bombón al reino de dejar para mañana lo que deberías estar escribiendo mientras escribís el blog de hoy... Quien sabe puedas escribir en tu blog lo que sabés que deberías estar escribiendo hoy y así sacar entrada al paraíso...
ResponderEliminarMe encantó el post. Efectivamente, hay un ejército de endorfinas que vuelan borrachas de los dedos al cerebro cada vez que apretás una burbuja de esas.
ResponderEliminarUh si, claro. Muchas gracias por pasarte por acá
ResponderEliminarMe encantan las chicas que disfrutan a pleno los vicios simples de la vida.
ResponderEliminarJajajajaja. Eso es bueno, no?
ResponderEliminarJaja! Qué lindo es romper las bolitas de aire.
ResponderEliminarEs lo mismo que el blog. Sólo lo dejas de hacer cuando ya es irremediable que vuelvas a tus obligaciones.
O molesta mucho al prójimo.
Exacto! Las dos son casi un vicio difícil de abandonar... Gracias por pasar Cosi.
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